La gratitud es mucho más que decir “gracias”.
Es una forma de mirar la vida, un acto de conciencia y de amor.
Es detenernos, aunque sea un momento, para reconocer lo que ya está bien, lo que ya es suficiente, lo que nos sostiene y nos nutre… incluso en medio del caos.
Agradecer no es ignorar lo difícil, es abrirle espacio también a lo luminoso.
Es darnos cuenta de que siempre hay algo —por pequeño que sea— que merece ser honrado: una palabra amable, un rayo de sol, un avance, una lección.